martes, 10 de noviembre de 2009

¿CANSANCIO DE LOS ÁNIMOS?

Por Jorge Sarmiento García

¿CANSANCIO DE LOS ÁNIMOS?


1) La noticia:

Las alianzas de los Kirchner para sobrevivir.

El jefe de la jefa del Estado y el de los camioneros y la CGT refuerzan su concubinato y suman desprestigio. Conducen de la misma manera: administrando miedo y dinero. Y editando la realidad a su antojo.

ALFREDO LEUCO – DIARIO PERFIL



2) El comentario:



En las actualmente consideradas “democracias”, como la nuestra, gobiernan las facciones, o más bien el gobierno es una facción que tiene el poder. Allí, por tanto, cuanto más unidos y compactos estén los que integran la facción, el gobierno es tanto más poderoso, capaz por ende de previsión y fortaleza, aunque no debe ejercer violencia, que es su corrupción, ni dejar de respetar las otras facciones (o “minorías”).



Pero es incuestionable que resulta muy difícil unir a muchos en una misma facción política y conservarlos unidos: las necesidades del momento, el capricho, los más pequeños intereses particulares, pueden crear a cada instante parcialidades efímeras; y ello puede asimismo ser causa de que quienes constituyen la facción gobernante no estén, en rigor, en condiciones de hacerlo (dando por entendido que ello debe encaminarse en orden al fin propio del gobernar, es decir, al bien común público temporal).



Y puede ocurrir que todo o parte del movimiento social que logró integrar los “poderes” y quiso coordinarlos de manera que todos juntos formasen una vasta y sencilla máquina de gobierno, instituya deshonestamente una autocracia que emplee su propia fuerza en realizar miserables ideas, oprimiendo los ánimos, sufriendo el resto de la comunidad sus rigores, soportando su peso.



Así las cosas, ¿no se pierde demasiado el propio respeto cuando no se tiene el valor suficiente para no aceptar los vicios y las debilidades de un sistema tal?



Admitir la fatalidad en la historia, equivale a librarse del trabajo de pensar, a evitar el fastidio de buscar las causas de los acontecimientos. Y hay que demostrar que la desviación de los principios de la moral, de la justicia y, por ende, de la auténtica democracia y de la república, acarrea las desgracias, habiendo más grandeza volviendo a aquéllos para engendrar la libertad, que colocando la sociedad bajo la “protección” de quienes en definitiva reducen a polvo a los hombres y a las cosas.



Además, no se puede aceptar que en circunstancias tales haya cansancio de los ánimos -por más que puedan estar fatigados de tan largas y crueles borrascas- y que se haya apagado la pasión de la libertad política, económica y social que reconoce y se obliga a asegurar la Constitución Nacional, cuyas instituciones urge revitalizar para poder alguna vez concretar las promesas del Preámbulo impar.

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