jueves, 7 de mayo de 2009

NOTAS DE OPINIÓN - MENTIRA Y POLÍTICA

MENTIRA Y POLÍTICA

Por Jorge H. Sarmiento García


Se ha señalado que resulta inevitable reconocer que la “voluntad popular” puede ser distorsionada o manipulada por medios diversos.


Está, por ejemplo, el de la compra de votos, fenómeno cuya importancia está en razón inversa con el nivel de desarrollo político y económico de la entidad política de que se trate.


En nuestro país, este factor de manipulación aún reviste caracteres de auténtico desastre en zonas tradicionalmente deprimidas de nuestra geografía dominadas por el cacique de este o de aquel partido.


Otra forma de manipular esa “voluntad general” es la que resulta de la propaganda, cuya importancia y trascendencia está perfectamente comprobada en el campo de la economía con su constante acción sobre los consumidores, y cuya eficacia se multiplica de manera impresionante cuando tiene por objeto las decisiones políticas, entre otras razones porque los efectos desfavorables o perjudiciales de éstas son más difíciles de comprobar que los de un desodorante o una pasta dentífrica.


Y también está la mentira, arma política tan habitual que incluso algún político no tuvo empacho alguno en reconocer públicamente que es sabido que en las campañas electorales se miente siempre, habiéndose escrito sobre este punto que los políticos en unas elecciones no le dicen al pueblo la verdad de lo que pasa sino que son preferentemente lisonjeros, prometedores y complacedores.

Pese a que no lo creemos necesario, estimamos conveniente destacar nuestra adhesión a la “auténtica democracia”, la que obviamente resulta deformada en su esencia por lo que dejamos expuesto.


Y es necesario insistir en que la democracia se debilita o deja de ser auténtica cuando los políticos todo lo sacrifican a la conquista del poder o a la subsistencia en él. Si la política se hace no tanto respecto del logro del bien común como de la ganancia de las próximas elecciones, el partido no tiene otro fin que el de ganarlas, mientras que al individuo principalmente se le administra de forma subordinada y al servicio de aquel fin, siendo éste un modo de organización social electoralista, que sólo acontece en las democracias débiles o no sanas, cuyo opio son las urnas y donde la manipulación realizada a través de la propaganda constituye una violencia que tal vez no pueda ser resistida por los débiles o por los ignorantes, quienes acabarán incrementando con su voto el opio de aquellos arcones.



La actividad política ha sufrido por lo común una degradación, y el concepto peyorativo que suele haber de ella tiene una correspondencia en el plano de los hechos, pues la dedicación a la política ha llegado a ser, a veces, una lucha por el poder (con sus prebendas) donde se marginan completamente los valores morales; mas es de lamentar que de ello se siga la renuncia al intento de restaurarla en su verdadera misión humana…

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